Escribe Edgardo De Luca

Motivo de orgullo para su gente, en los 70 vivió una época de apogeo con el fulgor de grandes comparsas y hasta fue declarada Capital Provincial del Carnaval.

Era la noche previa al carnaval, promediaba la década del 70, y las rutas de acceso a la ciudad de Brandsen, donde por entonces vivían unos diez mil habitantes, estaban abarrotadas de vehículos. Raúl Paz, por entonces estudiante de Ciencias Economicas y flamante miembro de la Cámara de Comercio local, lo certificaba desde el aire en un helicóptero de la Policía bonaerense junto a un funcionario de seguridad de la provincia. 



En calidad de organizador de las celebraciones carnavalescas, había sido invitado a sobrevolar la ruta 215, que une Brandsen con La Plata y la 210, que hace lo mismo con Alejandro Korn, cuando este cambia su nombre a Hipólito Irigoyen. Fueron apenas diez minutos en el aire y una sensación que aun hoy, cuarenta años después, define con la misma única palabra: “Impresionante”.

Carnavales en Brandsen en la década de 1970. Esquina de Las Heras y Mitre

En la memoria de Paz todavía están vivas las largas filas de vehiculos provenientes principalmente de La Plata. La hilera interminable de autos, motos y, sobre todo, en micros naranjas como los que usualmente transportan escolares, que eran alquilados para la ocasión. Aquel aluvión se visitantes se había vuelto habitual en esos años para la fecha de los carnavales y Brandsen se había convertido en una marca registrada de la festividad. Los contingentes llenaban campings y alojamientos de paso en aquellos días, la mayoría estudiantes, grupos de baile y murgas que provenían de la ciudad de las diagonales y que no paraban de celebrar el carnaval hasta altas horas de la madrugada.  

A finales de la década de 1960 Brandsen fue declarada Capital Provincial del Carnaval

Para la pequeña comarca agropecuaria se trataba de un acontecimiento excepcional, siendo además un ingreso importante para los comercios y el consumo en puestos callejeros. El doctor Frutos Enrique Ortíz, en su libro Historia de un pueblo: Brandsen y su gente 1901- 1982, evocaba aquella época del siguiente modo“Como anécdota recordaré que, en el momento de su mayor esplendor, un domingo que estuve ocupado en La Plata por un enfermo, salí de allí a las 21 horas y llegué a Brandsen a las 24. Eso fue por el atascamiento de tránsito que provocó la gran cantidad de automóviles que venían por la ruta a presenciar nuestra fiesta”.

Raúl Paz, fue carrocero y uno de los organizadores en lasépocas de mayor relevancia de la fiesta

Existen distintas tradiciones carnavalescas, cada región imprime en su fiesta popular un sello distintivo. Por ejemplo: en Humahuaca, Jujuy, las creencias autóctonas son protagonistas, el desentierro y el entierro del diablo del carnaval, el Pujillay, rige la festividad que se celebra a la luz del día y al son de flautas, quenas y bombos. En Gualeguaychú, Entre Ríos, las comparsas y batucadas desfilan en el corsódromo, un entorno exclusivo y acondicionado para la ocasión, mientras la gente asume el rol de espectadores en las tribunas.



Los bonaerenses, porteños y platenses, en tanto, tienen por tradición ocupar las calles y veredas en horas de la noche, no sólo para disfrutar de las murgas, comparsas y carrosas, también para jugar con espuma, agua y disfrazarse. Atravesada por la fuerte impronta de la ola inmigratoria que acompañó el nacimiento de La Plata, los festejos fusionaron distintas culturas y tradiciones que se afincaron en la ciudad y fueron cobrando singularidad en los distintos barrios y, con el paso del tiempo, también recibieron el aporte de la movida juvenil de la vida universitaria y la aparición, en la década del 80, de agrupaciones locales propiamente carnavalescas.

PRIMEROS CORSOS Y COMPARSAS

Los carnavales de Brandsen, en efecto, siempre fueron típicamente bonaerenses:  verdaderos corsos. Según los memoriosos, las celebraciones tuvieron su inicio con toda austeridad en 1913 sobre la calle Ferrari, frente a la estación del ferrocarril. Pero en los años de oro, a partir de los años 70, el sello distintivo fueron los desfiles de comparsas de primer nivel, las carrosas suntuosas, el brillo y las luces en una interminable pasarela, la basta oferta gastronómica que se complementaba con los bailes familiares en sus clubes sociales. Ese signo de distinción había sido un polo magnético para los platenses, capaces de armar una muda con ropa de ocasión y por un par de días agarrar la ruta para vivir algo una experiencia diferente.

Durante toda la década del setenta los corsos de Brandsen fueron in crescendo en visitas y espectáculo, hasta alcanzar su pico en 1981, de acuerdo a las memorias locales. La experiencia acumulada durante años por comparseros, carroceros y organizadores hicieron que destacara a nivel nacional. De hecho Brandsen llegó a ponerse a la par de Corrientes, histórico epicentro de los carnavales argentinos hasta que Gualeguaychú apareció para disputar reflectores.

Raúl Paz, además de contador y figura política reconocida en Brandsen -fue presidente del Concejo Deliberante entre 2015 y 2021-, calucla que en aquellas noches el centro llegaba a ocuparse con más de setenta mil personas. Él estaba a cargo de las contrataciones y llegó a viajar comisionado por la municipalidad para contratar comparsas de nivel internacional. La primera experiencia fue en un corso de mediados de los 70, cuando partió hacia Corrientes. “Viajé un sábado en avión y volví el mismo día. Fui decidido a contratar a Copacabana, una de las mejores. La idea era contratarlos para el fin de semana siguiente, pero ellos tenían la agenda muy ocupada y terminamos cerrando para un lunes”, rememora hoy en diálogo con 0221.comar.

Al lunes siguiente, los más de doscientos integrantes de Copacabana llegaban en cinco colectivos. “El corso explotó. Fue un éxito rotundo”, afirma Pérez, encendido en el recuerdo. Sería el comienzo de las visitas de alto nivel. En los años sucesivos llegaron para desfilar en las calles de la localidad bonaerense batucadas brasileras, murgas uruguayas y renombradas comparsas correntinas y entrerrianas. El circuito demarcado para los recorridos, sbore los bulevares de la Avenida Bartolomé Mitre estaba abarrotado y no había lugar para nadie más: las filas desde La Plata, principal afluente de público, duplicaron su presencia en la ruta y eran capaces de bancarse, anónimos y expectantes, largas demoras. Para combatir el tedio de la espera algunos sacaban la espuma y las bombitas para empezar a jugar al carnaval en pleno viaje.

CATORCE CUADRAS 

Francisco “Pancho” Rodríguez fue un reconocido carrocero de Brandsen. En charla con este medio vuelve sobre el recuerdo de los acampes de familias que se instalaban por todo un fin de semana a los costados de calles, rutas y en bulevares; también habla de proporciones y números.

En 1977, la dimensión que había adquirido el evento hizo que se cambiara el recorrido: los corsos pasaron de la calle Ferrari, donde se realizaban desde las primeras décadas del siglo XX, a la Avenida Mitre.«Brandsen tenía uno de los corsos más largos del mundo, si es que no era el más largo”, dice Rodríguez. Y acota con inocultable orgullo: “El sambódromo de Río tiene diez cuadras”. “Seis de ida, seis de vuelta y dos hacia el costado; sobre Mitre desde Larrea hasta Saavedra, ida y vuelta, pero a la altura de Las Heras se desviaban una cuadra hasta Ferrari y volvía para retomar por Mitre y bajar», repasa.

Rodríguez se detiene en las carrozas: “A partir de 1977 las carrosas fueron mejores y más voluminosas, aunque nunca pasando de la altura de cuatro metros y el ancho de la calle. Para movilizar las carrozas se usaban tractores y ¡hasta caballos!… entre la gente, el agua y la espuma, ¡imaginate!”, cuenta.

Los motivos de aquellas carrozas iban desde lo grotesco a lo romántico, brujos con fuego y tigres gigantes, hasta un dinosaurio domado por un cavernícola. Todo en el marco de una época oscura del país, con los militares en el poder. El carnaval, pese al manto represivo que auscultaba cada rincón, no había perdido su fervor popular.  

María Laura González, reina del Carnaval de Brandsen en 1977

María Laura González fue reina del carnaval en el ´77. Ese año desfiló en un enorme “cisne de fantasía” de color rosa hecho con tela tul que se alzó con el premio como mejor carroza de aquella edición y recuerda lo mucho que se trabajaba en el armado de la fiesta. Familias enteras con meses de antelación armando rifas para los trajes y para adornar cada carroza en los barrios. María Laura hace una pausa y enfatiza la buena recaudación que tenía la pizzería y el restaurant familiar de sus padres en el mes de febrero, por lejos, el más redituable del año.

A finales de la década del 60, por su alto nivel de popularidad, Brandsen fue declarada Capital Provincial del Carnaval. A lo largo de toda la pasarela se ubicaban tres palcos donde tres locutores animaban y daban rienda suelta a la arenga. Así, por turnos, presentaban las comparsas, carrozas y a los disfrazados: las famosas “mascaritas”. Llegada la media noche una bomba de estruendo habilitaba el juego con agua y, al finalizar los desfiles, los clubes, como el Prado Español, el Progreso o el Social, armaban los multitudinarios bailes familiares. “Era un verdadero tornado de cosas”, grafica Pancho Rodríguez.

La gente involucrada en el espectáculo llegaba a un nivel de compromiso altísimo, en el pueblo recuerdan que un carrocero desfiló la misma noche que velaban a su propia madre a metros del carnaval. No podía perderse la asistencia perfecta que, entre otras cosas, el jurado exigía a los candidatos postulados al primer premio.

Las carrozas un elemento típico del desfile de los grupos carnavaleros

A medida que la fiesta fue creciento se ponía mucho en juego y algunos actores locales invertían fuerte. Rodríguez asegura que más de un comerciante vio hipotecada su casa tras una temporada de carnaval en que llovió todas las noches. Aquella vez no hubo recaudación y varios cayeron en bancarrota. Según el viejo carrocero el gran margen de riesgo fue uno de los tantos factores que determinaron el final de la época dorada de los corsos en Brandsen. “El riesgo era excesivo y cuando se perdía, se perdía en serio”, enfatiza.

Lo cierto es que la historia de los grandes carnavales de la localidad vecina sólo puede escribirse en base a los recuerdos de aquellos que los vivieron ya que no existe un registro ni archivos en el museo municipal y es casi imposible encontrar una crónica de época. Su fama se pierde en el tiempo opacada por otros grandes carnavales  que también vivieron su ascenso desde las décadas del 60/70, y que hoy siguen vigentes como ocurre, por ejemplo, en los partidos de 25 de Mayo y Lincoln.

La disgregación del nucleo de organizadores que impulsó los corsos y las sospechas sobre manejos de fondos poco claros sumado a la queja de vecinos por desbordes ocasionados por los visitantes que llegaban cada año para participar de esas fiestas populares, son los motivos señalados por las distintas fuentes consultadas para explicar el ocaso del carnaval de Brandsen. Lo que en principio había sido un recurso turístico y económico para la región con el correr del tiempo se convirtió en un peso para un sector conservador del pueblo, que pungó por preservar el sosiego y el orden de los días rutinarios de la semana.  La batucada de Quimbara una agrupación local de carnaval

La caída también coincidió con la tragedia del tren Luciérnaga: el accidente de trenes de la línea Roca ocurrido entre Brandsen y Jeppener en la madrugada del 8 de marzo del ´81. En aquella tragedia ferroviaria, que sucedió en fecha de carnaval, perdieron la vida 34 personas y 74 resultaron heridas. Muchos creen que ese fue el golpe definitivo.

Así, el brillo inusitado que alcanzaron los carnavales brandseños se fue apagando. De una u otra manera, subsistieron festejos en menor escala repartidos por los distintos barrios y pueblos del distrito, también en intentos efímeros de corsódromos en clubes deportivos y en el autódromo local.

Los grupos del carnaval de Brandsen trabajaban durante meses para alcanzar cada año una propuesta renovada

Años atrás, el corso volvió a la Avenida Mitre, pero nunca pudo recuperar aquel fulgor de otrora ni la tradición del carnaval familiar, entre heladeritas y reyes momos, que se volvía un espectáculo de lujo con las carrozas más prestigiosas del país y que también incorporaba números artísticos, cantantes, artesanos, comparsas y murgas.

Personajes de una de las últimas celebraciones, antes de la pandemia

La pandemia y los protocolos impidieron la realización de la edición 2021 y también la de este año. A diferencia de la gran mayoría de los distritos bonaerenses que volvieron a habilitar sus calles para el despliegue del carnaval, las autoridades municipales de Brandsen suspendieron nuevamente la celebración. Mario Basualdo, actual Director de Turismo de Brandsen, así lo explicó a este portal: “Estando nuestra ciudad con un número importante de rebrotes y algunos fallecimientos se tomó la decisión de no realizar uno de los eventos que mayor concentración de gente tiene, tanto de vecinos como de visitantes que vienen a alojarse por varios días”. Además, agregó: “Priorizamos la prevención, ante todo. Debemos cuidar a nuestros habitantes y a los trabajadores de la salud pública. Es nuestro deseo de que todos colaboren tomando los recaudos necesarios para que en 2023 podamos tener nuestra agenda de eventos funcionando a pleno”.

Aquellas fiestas populares del pasado en Brandsen, viven en la memoria de los habitantes del lugar, que lo siguen recordando con nostalgia como uno de los espectáculos de mayor trascendencia de la región. 

Fuente https://www.0221.com.ar/


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