El pasado 11 de septiembre muchos acontecimientos internacionales y fechas conmemorativas se recordaban en Argentina y en el mundo. Se cumplieron 50 años del derrocamiento en Chile del gobierno de Salvador Allende y también de su asesinato, por las fuerzas armadas del dictador Augusto Pinochet. Se caían para siempre las dos Torres Gemelas en Nueva York, símbolo del poder financiero internacional y se festeja en Argentina el Dia del Maestro, además de otros acontecimientos. Si bien ni por asomo tuvo la repercusión de lo que recordamos, hubo un hecho que le cambió la vida para siempre a los habitantes de Altamirano, fue la llegada de la luz eléctrica al pueblo. Entre varios vecinos que trabajaron incansablemente, su responsable máximo fue Néstor Ricardo Sueldía y con él dialogamos.

“Aquel día fue un atardecer, justo el 11 de septiembre de 1973, bajamos la palanca. Se “sentían” las luces de la calle y se encendieron las luces de las viviendas que habían conectado a la luz. Realmente, la Cooperativa había hecho un trabajo bastante importante porque había facilitado la conexión, la instalación eléctrica de cada domicilio. Tenía 120 viviendas que se conectaron en aquel entonces. Había gente que tenía un ranchito y no podía, la cooperativa les puso los cables, lo más seguro posible y les dio luz. Fue un hecho que lo llevo en mi retina para siempre. Costó mucho esfuerzo. Mucho desánimo en algunos momentos”, manifestó.

Néstor indicó que todo había comenzado dos años antes. Había llegado del servicio militar y vivía en la casa de sus padres. Conversaban con Heberto Daguerre. Se había formado una sociedad de fomento en aquel entonces. Lo invitaron a integrarla, tenía 22 años. Tomó las riendas y propuso la idea que gustó mucho, pero también todos la veían como una utopía irrealizable. De todos modos, se entrevistaron en 1966 en el “Bar” con el Intendente Fernando Daguerre, quién por ese entonces encontró algunos inconvenientes para llevar adelante el proyecto. Unos meses después viene el golpe de estado de Onganía. Asume Luis Beconi como intendente.

Sueldía comenta “nosotros seguimos con la Sociedad de Fomento y colaborábamos con el Club de Madres, pero siempre teníamos en mente el tema de la luz. En el 68 en Jeppener se concreta la Cooperativa y empiezan a colocar las líneas. Pero en Jeppener era mucho más fácil porque la fábrica tenía excedente de energía y se lo daba al pueblo. Nosotros estábamos allá, en el medio de la nada. Nosotros nos reuníamos con Beconi, que por suerte aún vive y como Intendente fue un tipo visionario, un tipo emprendedor, un tipo que te impulsaba a hacer las cosas. Nos dio aliento a tal punto que en 1969 formamos la Cooperativa y empezamos todos los trámites.



Lo más difícil era financiar la llegada de la línea con energía. Fuimos con Beconi a ver al Director Nacional de Energía Eléctrica y también nos impulsó, nos ayudó y nos otorgaron un préstamo a 30 años, que se terminó de pagar hace 20. Hubo momentos de desánimo por el pesimismo de algunos vecinos del pueblo, «pero también estaban los vecinos como Luis Fillól, que fue el primer presidente de la Cooperativa, Herberto Daguerre, Nilo Fernández, Ramón Escobio, el “Negro” Laguzzi, Carlos Laguzzi y Alfredo Poncetta que a veces,, dependiendo con quién hablara, se le caía el ánimo y después se lo teníamos que levantar entre todos. Dependía a qué boliche fueras a conversar para terminar más o menos entusiasmado. Ahí en Altamirano apareció “la grieta”, pero en nosotros jamás entró. Nunca nos peleamos por política ni nada”.

Fueron muchos los trabajos que se hicieron antes de que comenzara a prestarse el servicio que a Altamirano le cambiara la vida para siempre. Se pasó del farol, la lampara o la heladera a querosene a la corriente eléctrica. Se pasó a tener luz al instante dentro de los hogares pueblerinos y a las calles iluminadas con algo más que por la luna. Los teléfonos vinieron muchos años después. Sueldía comenta que se usaron palos de eucalipto y los puso la misma cooperativa. “Beconi y yo propusimos algo que sabíamos que no podía funcionar, pero lo propusimos igual, era usar los palos del telégrafo. Los postes del telégrafo tenían cuatro metros y era imposible llevar una línea de 13,000 voltios en postes de cuatro metros, porque no lo permitía nadie. Entonces hicimos una gestión ayudados por la municipalidad; el telégrafo que estaba vendiendo todos sus activos, nos donó los postes que eran de quebracho. Hicimos un gran trabajo y los fuimos sacando, un trabajo bastante arduo. Recuerdo que quién trabajó mucho fue Ruiz Díaz, “el negro”. Sacamos esos postes, los trozamos y los cambiamos por los postes de eucalipto. Así pusimos la línea desde Jeppener, que tenía casi 12 Km”

Recuerda que tenían alrededor de 80 casas conectadas y eran 120, un buen número para empezar. Se había hecho una promoción muy importante con asambleas muy numerosas, se le había conseguido por medio de la Cooperativa un préstamo personal en el banco Crédito Provincial a cada uno de los usuarios a sola firma. Hubo pormenores después, porque había gente que no era propietaria, otros alquilaban, pero se fue subsanando en el trabajo y la luz cuando llegó a Altamirano llegó a las casas y también al alumbrado público.



El recuerdo lo lleva a comentar “cuando hicimos funcionar la llave principal fue una cosa maravillosa, la gente allí amontonada, mirando y cuando ya era el anochecer accionamos el interruptor y se iluminó todo. ¡Impresionante!, ¡impresionante! La primera vez en la historia de Altamirano que se prendía la luz. Entre la casa de Fillól y el “Bar” estaba la estación transformadora, otra epopeya”.

Comenta que otro gran trabajo que tuvieron que hacer fue por la burocracia que siempre existió para poder cruzar las vías del ferrocarril y casi deben empezar a funcionar solo del “lado del Bar” (el lado oeste de Altamirano). Pero por suerte se pudo lograr solucionar el problema y cuando la luz llegó ya estaban en ambos lados de la estación.

Por esas cosas del pasado en aquel momento no existían los teléfonos para filmar o dejar todo bien registrado como ahora. Lástima, porque perdimos la posibilidad de ver la cara de sorpresa, alegría y emoción de los habitantes de Altamirano cuando ese pueblo oscuro comenzaba a brillar con luz propia. A tal punto se puede describir ese momento, que Néstor Sueldía, el motor para que la luz se haga realidad, comentó “una de las pocas veces que vi lagrimear a mi padre fue ese día”

Julio Grassi

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