A modo de homenaje: Animal de Compañía. Por Lidia Mutto

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A MODO DE HOMENAJE

El gato y el perro, las mascotas o animales de compañía más populares del mundo. Los animales de compañía son seleccionados por su comportamiento y adaptabilidad, y por su interacción con los humanos. Poseer un animal de compañía puede traer a la salud consecuencias positivas, ya que el cuidado diario hace olvidar a muchas personas otro tipo de preocupaciones, evita la depresión y nos hace sentir útiles.​ Los animales de compañía más populares son el perro y el gato.

El animal de compañía también se caracteriza por ser amigable. Se puede decir que la mayoría de estos animales se convierten en domésticos si la persona con la que conviven les enseña buenos modales en la convivencia diaria, no olvidando su naturaleza animal.

Un animal de compañía se adapta al ambiente de un ser humano sin importar su naturaleza: se adhiere a un grupo, familia o sociedad, la cual le dota de todo lo necesario para su desarrollo. La compañía de cualquier mascota evoca siempre ternura, compañía y amistad, cualidades que se intensifican cuando la soledad busca filtrarse en la vida de las personas; es en estos momentos cuando la mascota adquiere un papel más importante, al sentirlo parte de la familia y aún más, como un amigo.

Los perros como animales de compañía, superan a la mayoría. Su adaptabilidad ha ayudado al hombre en diversos ámbitos sociales, culturales y recreativos, como en su uso terapéutico en hospitales, como guías de personas ciegas, como apoyo policial, y en complicados rescates de personas.

El perro ​ es un mamífero carnívoro de la familia de los cánidos, que constituye una subespecie del lobo.  En 2001, se estimaba que había cuatrocientos millones de perros en el mundo.​ Su tamaño o talla, su forma y pelaje es muy diverso según la raza. Posee un oído y olfato muy desarrollados, siendo este último su principal órgano sensorial. Su longevidad media es de unos trece a quince años, aunque las razas pequeñas pueden alcanzar hasta veinte años o más, mientras que las razas gigantes solo viven nueve o diez años.

El perro doméstico proviene de un ancestro o grupo ancestral común que data de hace aproximadamente 30 000 años y desde entonces se ha extendido a todas partes del mundo.​ Los primeros restos fósiles de perros enterrados junto con humanos fueron encontrados en Israel y datan de hace unos 12 000 años.​ Desde entonces, los perros y los humanos han evolucionado conjuntamente. Los perros comparten el entorno, los hábitos y el estilo de vida humanos, como las dietas ricas en cereales y almidón. La alimentación inadecuada, así como el uso de antibióticos, son la causa del desarrollo de muchas enfermedades inflamatorias e inmunológicas. Unas cuatrocientas enfermedades del perro tienen una equivalente humana, destacando especialmente la enfermedad de Alzheimer y otros trastornos neurológicos, así como cánceres, enfermedades autoinmunes y enfermedades cardiovasculares.

Son animales apreciados por su inteligencia.​ La inteligencia canina se refiere a la habilidad de un perro de procesar la información que recibe a través de sus sentidos para aprender, adaptarse y resolver problemas. Algunos estudios de antropología evolutiva se centran también en la identificación de las capacidades cognitivas especiales que el perro posee, y que ha desarrollado debido a su estrecho contacto con el ser humano; como es la habilidad de reconocer un vocabulario extenso. Muchos perros pueden ser entrenados fácilmente para recuperar objetos. Los perros guías, por ejemplo, deben aprender un número enorme de órdenes, entender cómo comportarse en una gran variedad de situaciones y reconocer riesgos o peligros a su compañero humano —frente a alguno de los cuales nunca se han enfrentado con anterioridad—, actuando incluso bajo el comportamiento conocido como desobediencia inteligente que significa que el animal de asistencia irá en contra del deseo de su dueño para evitar una decisión equivocada.

Nacho llegó por casualidad a nuestra casa y a nuestras vidas. Con tres años y medio de edad, era un animal, díscolo, agresivo, acostumbrado a hacer lo que se le ocurriera, por ejemplo, escaparse, sin que hubiera nada que pudiera detenerlo. Boyero eléctrico que él evitaba reptando por debajo, alambrado tejido perimetral, que saltaba ágilmente, canil cercado y trepaba por alguna parte, saltaba y se iba. Al principio le temíamos porque si bien era muy cariñoso, también podía tirar un tarascón si algo o alguien lo molestaba. Pasó el tiempo y con mucha paciencia y mucho cariño, se fue transformando, hasta llegar a ser compañero inseparable especialmente de uno de nosotros.

Siguió siendo celoso, posesivo y muy guardián, no aceptaba que los otros perros de la casa e incluso personas, se acercaran a su dueño, al que protegía mostrando los dientes y con feroces gruñidos.

Anoche decidió partir al cielo de las mascotas. Como siempre lo hizo, cada vez que deseaba salir, se fue sin aviso previo. La diferencia es que esta vez no volverá como tantas otras había regresado. Comió como de costumbre y a continuación se durmió, para ya no despertar, en el sitio donde habitualmente esperaba «el postre», un pequeño trozo de pan, para él, la mejor golosina. Adios Nacho, te vamos a extrañar.

Te despedimos con un fragmento del poema que Pablo Neruda dedicara a su perro.

“Mi perro ha muerto.

Lo enterré en el jardín

junto a una vieja máquina oxidada.

Allí, no más abajo,

ni más arriba,

se juntará conmigo alguna vez.

Ahora él ya se fue con su pelaje,

su mala educación, su nariz fría.

Y yo, materialista que no cree

en el celeste cielo prometido

para ningún humano,

para este perro o para todo perro

creo en el cielo, sí, creo en un cielo

donde yo no entraré, pero él me espera

ondulando su cola de abanico

para que yo al llegar tenga amistades. 


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