“POR ALGO DIOS ME HIZO SEGUIR VIVA”

El SEMANARIO TRIBUNA, en su edición de hoy publicó una nota dando cuenta de un acontecimiento que conmocionó a Brandsen, porque un hecho de suma violencia contra Gabriela Degaetano posibilitó que tres chicas, una hija de Gabriela, contaran el calvario que por abuso sexual, mantuvieron en silencio durante años.

Por ese motivo conversó con Gabriela Degaetano, a un año del brutal ataque de Elizalde y que terminó con su detención
De no haber sido por el bestial golpe que le dio con un bate de béisbol en la cabeza a Gabriela, tal vez Carlos Elizalde hoy seguiría entre nosotros, vendiendo pochoclos pese a su pasado oscuro, turbio y conocido por varios pero callado por otros.

La Gabriela de hoy, no es la de antes; perdió el gusto, el olfato, se marea y apenas si puede salir a la calle. “El golpe me dejó daños irreparables según me dijeron los médicos; por ejemplo, nunca voy a poder recobrar el gusto ni el olfato ni tampoco puedo darme vuelta rápidamente porque me mareo fuertemente”, dijo en su casa de Avenida Belgrano, al fondo de la ferretería familiar, mientras su esposo, Sergio –presente al momento del ataque- y sus hijos deambulaban por el lugar buscando herramientas.

EL ATAQUE

“A vos te mato, hija de puta”, recuerda nítidamente Gabriela que fue lo que le gritó Elizalde antes de darle el certero golpe en la cabeza, levemente hacia el costado izquierdo. De eso, de esa saña, fue de lo que se valió justamente el fiscal Mariano Sibuet para recaratular el caso como tentativa de homicidio y mantener a Elizalde en prisión, aún cuando el juez Mateos había dispuesto su liberación en primera instancia.
Luego de ese insulto, Gabriela no recuerda más nada; se despertó en un hospital, donde permaneció internada un buen tiempo “y recién pude salir a la calle en agosto, cuatro meses después, que tuve que ir a votar pero lo hice acompañada y con mucho miedo”, asegura hoy esta mujer que todos los días toma corticoides y subió 30 kilos después del ataque; “no puedo caminar en la cinta, hacer ejercicios ni nada, y eso que yo antes del ataque practicaba box recreativo”, dijo.

A ese día, el del ataque, el 16 de abril, Gabriela lo recuerda con nitidez, “pero hay cosas que se me olvidan; cosas recientes y algunas cosas del pasado. En el centro de neurociencia en el que me atiendo en La Plata siempre me dicen que estoy viva de milagro. Yo pienso que por algo Dios me hizo seguir viva, para seguir esta lucha y poder verlo preso”, asegura la vecina de 50 años, que se define como una mujer sumisa como sus hermanas, contrario a su hija Samanta, “que tiene una fuerza envidiable”, define.

Después del ataque a Gabriela le costó reinsertarse en la vida social; le cuesta todavía. “Mis miedos son constantes. Hace poco fue el cumpleaños de mi hija menor, Julia, y fue a bailar a Ibiza y no pude dormir tranquila si bien sé que ella es muy cuidadosa con todo”, dijo; de todas formas, asegura que no duerme más de 4 horas por día, otra de las secuelas del golpe.
Julia, de apenas 16 años y alumna de la ES 3 de Jeppener, se enteró de lo que le había pasado a su hermana Samanta después de que todo esto salió a la luz, el año pasado, “y por eso le decimos todo el tiempo que tenga cuidado. Después de un tiempo que estuve un poco mejor me dijo que entendía por qué la cuidaba tanto”; en ese sentido, un sueño que recurrentemente tiene Gabriela es con Julia, sufriendo lo que sufrió Samanta.

SU VIDA

Gabriela convive con dolores permanentes a los que sólo ataca con algún analgésico local; “me acostumbré a esta vida, pero espero que de a pocos los dolores se vayan yendo. El golpe fue tan grande que se ve que impactó en todo el cuerpo y me dijeron que voy a tener que aprender a convivir con eso”, agregó la vecina, que tiene que tener cuidado cada vez que se acuesta “porque si no lo hago despacio se me da vuelta todo”.
Todos los caminos conducen a un dolor inmenso, pero también ella, creyente, entiende que Dios le puso en el camino este desafío, uno más de su vida, tal vez el mayor, para poder empezar a hacer justicia; “todavía me cuesta salir a la calle y no me puedo concentrar. En terapia, mi analista me dice que tengo que salir a la calle, que no tengo que tener miedo, pero la verdad que se me complica”, comenta.
Gabriela, como tantas otras mujeres, hizo del dolor su herramienta para tener presente el verdadero sentido de la vida; busca justicia, incesantemente, por su hija, pero también por todas las chicas que padecen situaciones como la que tuvo que vivir Samanta, entre otras. Y no cesa en su lucha diaria, que la convierte en un ejemplo de amor y fortaleza.

ELLAS TAMBIEN HABLAN

A un año del inicio de fin del calvario, o algo así, ellas tres, Samanta, Romina y Paola, estandartes de esta lucha y este incesante pedido de justicia también dieron su testimonio; en primera persona, con agradecimiento algo de dolor y mucha esperanza.
Sus testimonios sirven para dimensionar el alcance del caso y, de paso, para seguir generando conciencia acerca de este tema que aún hoy constituye uno de los delitos más repetidos en nuestro Medio.
A continuación, sus palabras

ROMINA LLANOS

“Sólo intenté aprender a vivir”
Durante muchos años me hice una pregunta: Porque a mí? Y claramente no tengo respuesta, solo intente aprender a vivir. Con secretos, miedos, culpa, vergüenza y mucha vergüenza, cuando no debería haberme sentirme así. Tantos años guardados en un cofre, hasta que hace un año me dieron la llave que había perdido.

Al abrirlo me reencontré con una personita a la que desgraciadamente le tocó vivir lo mismo que a mí; y ahí me reapareció ese sentimiento de culpa bastante pesado, porque si yo hubiese hablado en el momento, a ella no le pasaba nada. Y encontré a otra que años antes que a mí, le sucedió lo mismo. Y volvió todo a mi mente rápidamente, el miedo, la tristeza, el enojo y la angustia. Mientras miraba adentro de mi cofre sentía, recordaba muchas cosas malas y lloré, lloré mucho. Pero por un instante levante la mirada y vi a mi alrededor a muchísima gente, gente que conocía y que no, a mi familia, mis amigas, mis compañeras de trabajo, mis alumnos, mi marido y mi bello hijo; estaban todas ahí conmigo, abrazándome y sintiendo lo mismo que yo.

Gente que gritaba justicia, una y otra vez… Creo que en un momento recordé a mi hijo, lo más valioso que tengo, comencé a gritar y aplaudí junto a mi pueblo, que se levantó para pedir justicia por nosotras y por otras niñas/os que necesitan confiar de nuevo en la justicia. Todo lo que anhele por momento estaba sucediendo y después de un año digo gracias, gracias, gracias Brandsen, por apoyar esta lucha que todavía no termino, pero estamos en buen camino. Gracias al fiscal, Mariano Sibuet, al comisario Luciano Aneas, a los medios; Fernando Rodríguez y Roxana Piromalli y demás. No puedo olvidarme de Andrea Desmoures, siempre al lado nuestro.
Fue un año duro en lo emocional, pero de aprendizaje y de no bajar los brazos nunca, por las chicas y porque no quiero que a ninguna niña/o le pase lo que nosotras vivimos. Sólo queda por decir basta, basta de abusos a niñas/os, basta de injusticias y basta de mirar para otro lado, los niños no mienten y nadie más va a callarnos.

Sé que tengo que esperar, para cerrar mi cofre, pero tengo la satisfacción de que luche, que ya no tengo miedo y que trate de hacer que mi vida siga siempre adelante y hoy me siento feliz.

SAMANTA NAGODE

“Se puede salir adelante”
A un año, un año de cambio para mejor, para nuestra libertad total, para ser libres de soltar tanto dolor y que de a poco se esfume nuestro pasado. Y aún cuando es difícil de olvidar, dejando atrás el miedo y el dolor guardado de tantos años, ahora lo que tanto callamos lo sabe mucha gente y es difícil de sobrellevar, pero esto se hizo menos vergonzoso gracias al apoyo de nuestro Brandsen.
¿Por qué digo difícil o vergonzoso? Porque mucha gente sabe que sufriste y que pasaste mucho daño, pero a la vez quise poder demostrarle que se puede, se puede salir adelante con el apoyo incondicional de ellos y de nuestros seres queridos que nos acompañan.
Gracias a la fuerza que tiene mi mamá, que se quedó; porque se tenía que hacer justicia, porque ella sufrió mucho. Tuvimos momentos feos en el 2017, de no olvidar, estuvimos débiles, lloramos mucho pero siempre juntos y unidos, agradeciendo el apoyo de nuestro pueblo que estuvo ahí para que no cayéramos.

Ese apoyo nos dio valor y fuerza para seguir adelante e hizo que salieran a la luz más casos sin resolver. Y que esas movilizaciones sirvan para que se haga justicia y no pase nunca más lo que nosotras pasamos.
Lo que quiero es proteger a todos, que nadie más sufra y que Brandsen no permita esto nunca más.

PAOLA ALBARRACÍN

“Hoy puedo decir que me siento tranquila”
Un año de un antes y un después en la vida de cada una de nosotras, tantas sensaciones tantos años de dolor y silencio.
Veo la foto y aparte de ser muy fea, siento esa mezcla de sentimientos entre el miedo y la seguridad que cada uno de los que nos acompañó y aportó en nosotras para poder seguir adelante; ver todas esas personas y querer abrazar a cada una, explicarle lo que significaba que estuviesen ahí, en ese momento no sabíamos ni que podía pasar mañana, no sabíamos ni donde nos encontrábamos paradas.

Sólo sabíamos que teníamos que luchar juntas y unidas para que no volviese a pasar, para que no hubiera otra nena como cada una de nosotras, dejamos de lado muchas cosas y entre ellas a nuestras familias que desde su lugar nos apoyaron y acompañaron como pudieron.
Tuvimos días terribles y no tanto; días sin dormir con apenas 2 ó 3 horas de descanso, pero siempre juntas; hoy, personalmente, puedo decir que me siento tranquila. Camino por Brandsen, salgo en bicicleta, aún hoy me abraza y saluda gente que no conozco pero con ese gesto tiene todo mi afecto, siempre dándonos fuerzas.

Estamos a muy poco de la fecha de juicio, ese juicio que necesite casi toda una vida, es difícil poder explicarles el agradecimiento que siento por cada uno de ustedes; no puedo nombrarlos porque no quisiera olvidar a nadie, pero sin ustedes no sería posible estar hoy en estas instancias. Gracias, Brandsen querido.

Semanario Tribuna

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