Madre e hijas están al frente de El Abascay, una fábrica de quesos agroecológicos de Brandsen que en solo dos años logró posicionarse en nuestra Región por su calidad de excelencia. Herederas del tambo familiar fundado en 1950, encontraron la receta para ofrecer sus lácteos de forma directa, encargándose de toda la cadena de producción y comercialización. Publicó Diario El Día.

Se criaron entre vacas Holando y Jersey, en el campo de Brandsen en donde su abuelo Mario, allá por 1950, comenzó con la actividad lechera, fundando un emprendimiento que llegó a tener seis tambos y una fábrica de productos lácteos. Cuando don López Seco murió, varios de sus diez hijos siguieron con la actividad, vendiendo leche a grandes marcas. Estas cuatro mujeres productoras -Rosario Lopez Seco y sus hijas Consuelo (34) y las gemelas Lucia y Josefina Maffía (34)- estaban dedicadas a otras actividades, hasta que hace dos años decidieron meterse de lleno en el maravilloso mundo de producir lácteos agroecológicos.

Rosario se incorporó a la empresa recién en 1998 y dos años más tarde fundó El Abascay, dándole el nombre del arroyo que atraviesa uno de sus campos a un emprendimiento que paulatinamente se convertiría en lo que es hoy: un pujante proyecto familiar que comparte con sus hijas, ofreciendo productos a grandes restaurantes.

EL DIA estuvo en El Abascay el fin de semana pasado, cuando ellas abrieron su casa para recibir a otros productores de la Región y compartir un almuerzo para cerrar el año. Los fuegos estuvieron a cargo de los cocineros de Chaucha y Palito. La camaradería que existe entre este grupo que incluye a sus colegas de la chacra Alba Lana -también productores de lácteos, pero de ovejas-, los agricultores de Vuelta a la Tierra y Establecimiento Santa Rosa, y los avícolas de La Encimera, es admirable. Los une el trabajo del campo, pero también un espíritu común: el de brindar alimentos libres de agroquímicos. Productos lo más naturales posibles.

Charlamos con Consuelo, quien fue la primera en encarar el nuevo proyecto junto a su madre, bajo los ombúes que dan forma a un pequeño montecito detrás de la casa que es hogar y también oficina. Los niños -hijos y sobrinos- corretean entre las gallinas, se zambullen en el agua y juegan en la casita de madera que está bajo otro árbol. Un deja vu de la infancia de estas jóvenes que decidieron hacer nido allí, en su campo que está a las orillas de la Ruta 2.

– ¿Qué recuerdos se te vienen a la memoria de la infancia de ustedes acá en el campo y del tambo en particular?

El campo siempre fue nuestro lugar de pertenencia. Pasamos muchísimo tiempo ahí. Mi abuela tenía una casa grande donde nos recibía todos los veranos y nosotras, viviendo en Brandsen, también teníamos la suerte de ir los fines de semana. La mayoría de los hermanos de mi mamá, que eran diez, estaban vinculados a la actividad, así que siempre escuchábamos hablar del tema, la leche y los lácteos siempre estuvieron muy presentes en nuestras mesas. Al mismo tiempo, vimos muchos padecimientos y vaivenes económicos que nos quitaron las ganas de continuar en esa actividad familiar.

– ¿Cuándo y por qué motivos comenzaron a elaborar quesos?

Mis hermanas y yo estudiamos distintas carreras. Ellas hicieron su vida en Brandsen desvinculadas del campo, aunque Lucia tuvo un acercamiento en algún momento. Yo me fui a Buenos Aires a estudiar y me quedé viviendo diez años allá. Adoraba el campo pero no quería trabajar con la familia. En un momento dado, conmigo ya cansada de Buenos Aires y mi mamá un poco desencantada con la situación del tambo, en una charla surgió la idea de hacer un proyecto para agregar valor a la leche que se producía.

No sabíamos bien qué hacer, pero yo me vine a Brandsen y después de un año durísimo en el campo (pésima situación económica y lluvia constante) empezamos a elaborar quesos una vez por semana, a ver qué pasaba. De a poco fue tomando forma y le fuimos encontrando la vuelta.

– ¿Qué es para ustedes El Abascay?

Es un gran proyecto familiar, no solo a nivel empresa. Es un punto de unión que nos dio un espacio no solo a nosotras cuatro (mi primo y cuñado también son parte), sino una oportunidad para tener revancha. Mi abuelo se fundió en la década del ‘60 con una fábrica y mi mamá y sus hermanos también en el ‘93. Todos quisieron hacer algo más que vender leche y no se dio. Nosotras tuvimos la suerte de emprender en un momento en el que el mercado está demandando productos nobles con un origen que pueden conocer.

Lucia y Josefina se incorporaron después. El proyecto se convirtió en una oportunidad para todas.

– ¿Cuántas personas trabajan allí y qué volumen diario tiene la producción?

Somos diecisiete personas y se elaboran alrededor de 3500 litros de leche diarios.

– ¿Cómo es un día en El Abascay?

Empieza con el ordeñe, a las 3 de la mañana. Tipo 5.30 / 6.00 se arranca la elaboración en fábrica con la leche recién ordeñada. Además de eso, también nos ocupamos de la venta y logística. Abarcamos toda la cadena.

– ¿Qué tipos de quesos producen hoy en día? ¿Cuál es el imperdible de la marca?

Hacemos quesos blandos, semiduros y duros. Además hacemos manteca, dulce de leche y tenemos producción de huevos y miel.

El queso Campeche, que bautizamos así en honor a uno de nuestros tíos, y la manteca, son dos productos estrella y ahora sumamos un cuartirolo y un queso con flores que están arrasando.

– ¿Cómo es estar al frente de una empresa siendo mujeres?

La verdad es que no sentimos una diferencia ni un mérito mayor por eso. Siempre fuimos mayoría las mujeres en la familia, y en la estructura familiar mi papá nunca fue machista, al contrario. Siempre lo vivimos con mucha libertad. A mamá tal vez le costó más en sus inicios en el campo, había un poco de prejuicio, pero nada que condicione el desarrollo de la empresa.

– ¿Cómo distribuyen y venden sus productos?

La venta y distribución la hacemos nosotros. Tenemos una camioneta que viaja de lunes a viernes a la CABA, La Plata, zona sur, oeste y norte. También despachamos al interior del país y tenemos un e-commerce con venta directa minorista.

– ¿Por qué la búsqueda de ofrecer alimentos agroecológicos, en vías de obtener certificación orgánica?

La certificación todavía está en proceso. Son procedimientos muy largos y engorrosos. Sentíamos que la forma en la que veníamos trabajando ya no nos representaba. Queríamos generar un impacto positivo y transmitir mejores valores a las próximas generaciones.

– ¿En La Plata, cuáles restaurantes tienen sus quesos?

Chaucha y Palito, Hueso, Casa Tomada, Moro, Nina, Teresa Rucci, Botánica Café del Bien y Calle Ginebra

– Qué es lo que más comen ustedes además de quesos?

Comemos de todo. Nos juntamos mucho en familia. Asado y distintas cosas al horno de barro…

Nosotros disfrutamos la charla y probamos en Queso en Flor -una delicia con pasta semidura, cubierta con aceite de oliva, cera de abejas, flores de aciano, caléndula y pétalos de rosa-. Lo acompañamos con unas frambuesas de Bavio. Manjares del campo, de productores locales. Productos y momentos únicos.

Fuente: El Día


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