Semanario Tribuna 22-10-2022

     Se fue el secretario general de la Municipalidad, Antonio Marra, un funcionario que desde ese lugar, tan clave, se había convertido  en el brazo derecho y algo más del intendente Cappelletti. Había sido concejal y estuvo mucha vez en las vidrieras de los candidateables, por eso desde diversos frentes, sobre todo desde la oposición, se consideró que más allá del agotamiento físico y el desgaste que le había producido llevar adelante esa función, podrían existir sino cortocircuitos al menos algunas discrepancias meramente operativas que podían haber ido adelantando este desenlace.

    Oficialmente se anunció que Marra seguirá desempeñándose  ad honorem como un consultor que seguramente se encargará antes que nada en ir preparando y marcándole el terreno al futuro secretario general, pero que desde ya, por lo menos así lo han hecho entender desde los pasillos del Palacio municipal, continuara trabajando durante la campaña, “porque su partida no es consecuencia –insisten- ni en razones de fondo ni en desinteligencias personales”.

     Sin duda el fantasma del desgaste y el cansancio de siempre obliga a reemplazos y renunciamientos que estaban o no calculados. Lo sabe bien Cappelletti, que desde ese mismo lugar que ocupó Marra, se erigió en la década de los 90 en la primera espada de Cacho García y que sin duda sufrió los vaivenes de una relación que se fue desgastando hasta terminar con la ida de Cappelletti, un desenlace que parecía inimaginable, que estuvo salpicado de cambiantes matices y que nunca se aclaró del todo, como es costumbre en cualquier hecho interno de la política. Durante el primer tramo de aquella gestión, Garcia y Cappelletti parecían representar una relación fraternal. Sin embargo,  acabó en un distanciamiento que después se expresó de diversa manera y que  por supuesto se hizo público y notorio cuando se enfrentaron en las internas partidarias.

    La renuncia de Marra –dicen los que saben leer los mínimos gestos que facilita la realidad-  de alguna manera se venía vislumbrando. Incluso aseguran que de alguna manera se había hablado de que Marra andaba con ganas de poner distancia con una función  que lo venía degastando emocionalmente y que lo mantenía en un permanente sobresalto. Unas largas vacaciones en Córdoba –dicen sus allegados- le hizo probar que, lejos de audiencias, reclamos y llamadas a toda hora, el aire aliviado de la serranía lo acabó convenciendo que la calma a veces es el mejor remedio. A la vuelta de ese paseo, presentó la renuncia que venía preparando, una noticia que Cappelletti no esperaba y que de alguna manera le vino a plantear una nueva preocupación a una gestión que ya tiene demasiado con los problemas del día a día y una situación general del país que afecta todos los niveles de la gestión. Dicen que el Intendente estaba al tanto del cansancio de Antonio, aunque algunos creen que hay algo más que agotamiento físico en este adiós. Pero estiman que  el jefe comunal nunca creyó que ese alejamiento se concretaría y que por eso mismo no empezaron a seleccionar nombres para una renuncia  que se consideraba lejanamente posible pero no probable.

Aunque se invocaron razones estrictamente personales -una fórmula protocolar que evita entrar en detalles-, en los círculos allegados a Marra nos cuentan que  Antonio realmente se sentía cada vez más sobrecargado por querer  asumir en plenitud a las exigencias de un  cargo que está sometido a vientos de diversa procedencia y magnitud. Los intendentes por eso necesitan tener en ese lugar a un funcionario que sea algo más que un fusible  de extrema confianza. Muchas veces al despacho del intendente llegan situaciones que empezaron a resolverse  en el escritorio del  secretario general. Y está bien que así sea, en cualquier nivel de gobierno. Marra era sin duda un jefe de gabinete y quien lo reemplace deberá ofrecer disponibilidad horaria casi absoluta, además de idoneidad, capacidad negociadora, reflejos y por supuesto llevar puesta la camiseta a toda hora, además de  hacerse cargo de  una agenda gubernamental poblada y cambiante.

    A nadie escapa que Marra es un apellido que ha proyectado su propia luz en el escenario del radicalismo. Y que como todo protagonista, levanta adhesiones y rechazos. Todos reconocen  que los triunfos de Cacho García primero y de Daniel Cappelletti contaron con el amplio respaldo y estímulo de Marra, aunque siempre hemos dicho que Cacho le debe su triunfo más a Tochi García –que desafió a Duhalde y cambió de partido sobre la hora-  que a nadie. Pero es indudable que Antonio Marra,  el capitán de ese equipo, se hace sentir desde la sombra, un dirigente que nunca se hizo visible ni desde la banca ni desde los despachos, que pareciera ocupar un segundo plano en el rumbo de la gestión (aunque no es tan asi) pero que en la campaña adquiere presencia decisiva  y de forma medida fija rumbos, reorganiza y negocia.



   Por supuesto que no ha sido una buena noticia para Cappelletti. En estos días además hubo otros dos reemplazos, esta vez decisiones del jefe comunal, en áreas menores del gabinete,  pero son señales que de alguna manera parecen buscar refrescar un equipo que se prepara para hacerle frente a un año que por supuesto tiene como fecha excluyente las elecciones del año venidero. Hoy, el tema principal es encontrar un reemplazante que esté a la altura de un desafío que tiene la gestión por delante. Hay más incertidumbre que nombres en danza    

Semanario Tribuna 22-10-2022


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