Semanario Tribuna 24-04-2021

Con Carmen Trivillín, a propósito de los 30 años del Estudio de Danzas filial Brandsen

FESTEJANDO AL COMPÁS DE LA DANZA

Hace treinta años, en el mes de abril, Carmen Trivillín, comenzaba a dar unos de los pasos más decisivos de su carrera; y no solo desde lo individual sino también desde lo colectivo: abrir su propio estudio de danzas. Una acción que perduró en el tiempo logrando un gran sentido de identidad y un apoyo incondicional a la cultura.

parte del Ballet en una de las últimas presentaciones en la Sociedad Rural.

“Abrí la escuela porque Mabel me insistió”, comenta Carmen para TRIBUNA. “Empecé con cinco alumnas en el club Progreso, Evangelina González, Pato Pasero, Florencia Balda, Juan Manuel López y Nicolás Miranda, y he llegado a tener en el año más de 120 alumnos. Pero no fue una decisión simple, si bien ya tenía 18 años con el Ballet de Oscar Murillo y Mabel Pimentel, tenía a mis nenes chiquitos”, afirma.

La fórmula, que ha perdurado durante estos 30 años, es simple y efectiva: hacer con amor y responsabilidad eso que apasiona. “Preparamos alumnos para examen; para formar nuevos profesores. Pero más allá de eso se forman seres humanos increíbles.

No puedo creer que tenga, por ejemplo, a Fermina Cortes que ya se egresa de la secundaria y está conmigo desde los tres años, o Vicky García que aquella vez se tomó de mi mano y siguió adelante, o María Granzella, desde los cuatro, ahora a punto de recibirse de arquitecta y además está dando clases en la escuela.

Tengo alumnos de segunda o tercera generación, los chicos me dicen abuela Carmen. Somos familia, solo nos separa que no tenemos la misma sangre.

Es muy fuerte. No es sencillo para una mujer encarar la vocación, si tenes al lado un hombre que trabaja y encima comparte y entiende tu pasión es genial. Si bien la que estoy al frente soy yo, la escuela es de los dos, de Pelusa y mía. También nuestra casa que siempre estuvo abierta para todos” asevera.

DANZAR EN TIEMPOS DE PANDEMIA

“Ahora tenemos que cuidarnos, todos extrañamos el contacto. Este año no he podido abrazar a mis alumnos, lo que más amo es abrazar y que me abracen”. Explica que actualmente, en Club Social, trabajan incorporando el protocolo y en pequeños grupos de alrededor de diez alumnos, “por suerte tenemos mucho espacio, ando con barbijos por todas partes.

Allá lejos y hace tiempo, Carmen con dos de sus hijos, Martín y Juan Manuel López.

Estamos más que felices, por poder transmitir no solamente el folklore como danza, sino la historia del folklore como ciencia que se estudia y se prepara alumnos para examen; para formar nuevos profesores”.

Ante la falta de contacto ella imparte un buen método, “tengo una palabra muy grande, les digo que los amo, y no es cuento. Los adolescentes la usan y yo tomo las palabras de ellos. Hay distintas formas de amar. La palabra amor abraza enormemente y a mí me pega en el corazón; es lo más expresivo”.

“Los chicos necesitan contención, con pandemia o sin pandemia. No soy psicóloga si siquiera estudié pedagogía, pero actúo tal vez como lo haría una mamá, les hablo desde el corazón, desde el alma. Aquí les enseñamos el compromiso, por eso más de una vez me enojo; es parte de la educación”, enfatiza.

OBJETIVOS Y REFLEXIONES

Como proyecto para este año, Carmen comenta que la Escuela tiene la idea de armar una compañía de bailes criollos para adultos y que estará abierta, “no solo para los alumnos sino para la gente que esté interesada. Después podemos ofrecer la compañía para fiestas del pueblo”, relata entusiasmada.

“No puedo dar el número exacto de los chicos que pasaron por la escuela. Haciendo un promedio de 80 por año, qué se yo, hacé la cuenta vos” responde entre risas, “lo que puedo decir es que algunos me cruzan por la calle y ni me saludan, o sea que no signifiqué nada en su vida, pero la gran mayoría sí y eso es más que suficiente, eso me hace feliz. Tardo 20 horas en hacer cinco cuadras. Saludo porque la gente me conoce, soy así, ¡qué voy hacer!”, confiesa espontáneamente.



Dan ganas de seguir conversando con ella, pero el tiempo nos marca el final. Saltan anécdotas y su calidez se palpa al instante. Suena el teléfono, entra alguien. Fiel a sus raíces, se apasiona cuando habla; se enoja y se emociona, se ilumina.

Dieciocho años al compás del Ballet Brandsen le dio un marco suficiente para encarar la Estudio de danzas que hoy festeja sus 30 años marcando el ritmo de un sitio que la vio crecer. Y lo mejor es que esa huella se multiplica y se expande; se autogenera ¿Cuál es la explicación?, “Simple”, contesta Carmen, “el amor por lo que hago, los chicos lo entenderán”.

Victoria Moroni

Martín López, desde España, publicó en sus redes sociales

“Hace 30 años mi vieja comenzaba este camino de enseñar a bailar folklore junto a mi viejo. Y con el tiempo eso se convirtió en algo mucho más que sólo bailar. Se convirtió en charlar, en apoyo incondicional, en retos, en amistades para toda la vida, en peleas que duraban poco o mucho…

Gracias por estos 30 años de locuras, de coreografías que aparecen en sueños como un lápiz dibujando, por las personas que quedaron grabadas en el corazón y por aquellas que se fueron antes de tiempo.


Gracias vieja por tu legado a los jóvenes de tantas generaciones. Gracias viejo por ser el apoyo para el sueño de mamá. Gracias a los maestros por permitirnos el lugar y muchas, muchas gracias, a todos aquellos que de una manera u otra siempre estuvieron ahí presentes para que estos 30 años sean hermosos al recordarlos”.

Semanario Tribuna 24-04-2021


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