Escuela que cierra, libertad que retrocede.

“Todos los caminos conducen a una escuela rural”. Esa frase, que acuño como un tesoro, no es de mi autoría, sino de una gran referente en la docencia rural como Lidia Mutto. Esa frase pinta de cuerpo entero lo que es la vida en la comunidad rural y la importancia de la escuela como referencia ineludible de ella.

La noticia conocida la semana pasada sobre el cierre de establecimientos educativos en el ámbito rural a 10 días del comienzo de clase es altamente preocupante. Es una decisión política impopular que viene enlazada con diferentes resoluciones y que terminan, hoy por hoy, vulnerando los derechos de los niños y adolescentes, bajo el pretexto de la optimización de recursos.

Foto gentileza 1980 Magazine

En primer lugar, quisiera señalar que hubo un manejo poco claro y que es uno de los principales factores de crítica. Es una decisión tomada de manera sorpresiva (aunque si se lo piensa detenidamente, no tanto) e inconsulta y que ahora parece tener una marcha atrás para la evaluación caso por caso.

En segundo lugar, hay un claro desfavorecimiento al crecimiento habitacional y desarrollo de las zonas rurales, lo que fomenta la concentración de las poblaciones. Este es un proceso que no es nuevo, pero que pareciera que no se quiere revertir. Hoy, aquello que fuera motivo de la urbanización de los poblados rurales parece ser la condena de muerte: cierran las escuelas, cierran los ferrocarriles, mueren los pueblos.

Por último, queda manifestar que puede ser discutible la forma de socialización de los niños que quieren implementar, forzando el desarraigo y haciendo lo más sencillo, que es trasladar al alumno. La educación de calidad, requiere de distintas estrategias y de la puesta de ideas al servicio del desarrollo de los alumnos.

Los niños tienen derechos y no deben ser evaluados con una planilla y ser considerados un gasto. A quienes apoyen esta iniciativa, pensando que se gasta mucho en una escuela para un alumno, les propongo un ejercicio: debatamos con el mismo énfasis si el financiamiento a las escuelas privadas a través de subvenciones no es un gasto que sale de nuestros bolsillos. Creo que ahí hay puestos más recursos que los que se invierte en la libertad del niño de campo.

Con la certeza de que la educación liberadora es un derecho fundamental para todos los seres humanos, un niño campesino no es menos que uno de ciudad, sino un igual que merece el mismo derecho. Y sepamos, como marca la historia, que una escuela que cierra nunca más se vuelve a abrir. Y esa injusticia es una herida para la sociedad que los docentes debemos ayudar a construir.

Por Araceli Sívori

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2 COMENTARIOS

  1. Respeto y admiro a Araceli por su vasta experiencia y su compromiso permanente con la educación. Quizá nuestros puntos de vista no siempre coincidan, dado que mientras ella está en actividad (y siempre en relación con las escuelas rurales), yo hace años que no pertenezco al sistema y por lo tanto mi visión puede ser muy distinta de la suya, aún cuando sí coincidimos plenamente en todo lo que se refiere específicamente al niño, sus derechos y necesidades y muy especialmente con las expresiones vertidas en el párrafo con el que cierra su nota : «Con la certeza de que la educación liberadora es un derecho fundamental para todos los seres humanos, un niño campesino no es menos que uno de ciudad, sino un igual que merece el mismo derecho. . . «

  2. Araceli es de esas pocas personas que mantienen una opinión coherente sobre temas básicos por sobre los partidismos, los tiempos y las modas. Para muchos de nosostros perdura intacta en la memoria como «la maestra de nuestros hijos» y no es por casualidad, sino porque «sigue siendo la misma». No soy un admirador de Sarmiento y aún así, sería un necio si no reconociera su obra educadora. Fué justamente el que escribió : » CADA ESCUELA QUE SE CIERRA ES UNA CARCEL QUE SE ABRE.»
    Les dejo otra frase. QUIEN SIEMBRA VIENTOS, COSECHA TEMPESTADES.
    Gracias.

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